viernes, 28 de junio de 2013

De Cofrades a Industriales



Mientras en España se  debatía sobre intentos de fomentar la industria relojera atraves de academias, el desarrollo de la industria moderna y la consiguiente quiebra de los talleres artesanales arrojo a oficiales y maestros artesanos al desempleo.  Durante el siglo XIX  las relaciones de producción capitalistas y la creciente proletarización del trabajo desembocarían en el problema obrero en adelante los obreros tendrían que organizarse en sindicatos y partidos políticos.

Pero un arte tan sutil es de difícil organización si no va acompañada de antiguas usanzas gremiales, así es que aun hoy en día en España existe el Gremio de Joyeros, Plateros y Relojeros de Madrid entre otros,  data de 1572 en que se aprueba la regla fundacional; en la década anterior, en 1561, el Rey Felipe II había entregado a Madrid la honrosa y pesada carga de la capitalidad. Las necesidades de la corte multiplicaron un censo de plateros poco significativo hasta ese momento y, como consecuencia, resultó obligada una mayor atención a los aspectos organizativos de los profesionales. Es el más antiguo de los que existen en la actualidad y es uno de los cinco Gremios Mayores que fundaron la Cámara de Comercio de Madrid junto al de pañeros, sederos, lenceros y especieros. De ahí que el emblema de la Cámara de Comercio tenga 5 columnas.
Hace 435 años los Plateros Madrileños se reunían con el propósito de crear su propia organización corporativa. Algún tiempo después, en 1575, se imponían su propia Carta Magna, que llevó por título “Regla de la Cofradía y Cofrades del Señor San Elegio, de los Artífices Plateros de Madrid”.
Poco antes de la II República nace el Gremio de Joyeros y Plateros de Madrid, que juega un papel decisivo en la redacción del reglamento de metales preciosos en 1934, todavía, aunque por poco tiempo, vigente, y en las posteriores modificaciones. Tenía su sede en la calle de la Flora, 1, y era presidente don Prudencio Perera.
Durante la guerra civil fueron intervenidos los locales e incautados mobiliario y archivo; la perdida de este último impide un conocimiento exacto del proceso de fundación de la Corporación. Tras la guerra, se reorganiza el gremio, que conserva sus antiguos Estatutos y, a pesar de su encuadre en la organización sindical, goza de autonomía incluso en el campo económico. 



Ahora bien estos intentos de mantener un gremio nada tienen que ver con aquellas instituciones de carácter feudal que fueron desapareciendo cuando la iniciativa privada,  la libertad de industria y comercio entraron en escena.
La instalación de franceses en el reino español fue una constante a lo largo de los siglos XVI y XVII, en el momento en que el centro de gravedad de Occidente era España. Una presencia francesa que dejó su huella en la vida económica, social, intelectual y artística según las épocas y generó, según los momentos, sentimientos equívocos de atracción y de rechazo. Ahora bien, interrogarse sobre la convivencia delos galos con los nacionales de la Península es también cuestionar los miles de procesos incoados por el tribunal del Santo Oficio.

Por otro lado un caldo de cultivo se preparaba en Europa, en primer lugar, la primera revolución industrial consecuencia  de la evolución general de la economía europea  en los siglos XVI-XVII
El temprano desmantelamiento de algunos elementos institucionales del feudalismo en el siglo XVII, la existencia de un activo grupo social de comerciantes vinculados a los tráficos coloniales, la existencia de una legislación que protegía las patentes, el escaso poder de los gremios, la facilitad para obtener dinero a crédito fueron algunos de los argumentos esgrimidos para explicar el carácter pionero de la industrialización británica. Aun así, algunos especialistas en análisis comparativos se atreven a decir que el papel pionero de Inglaterra respecto a Francia tal vez se debiera puramente al azar. Pues como una oleada imparable de inconformismo llego la Revolución Francesa
Los inventores ingleses que hicieron la revolución industrial no eran
Científicos ni ingenieros superiores, eran artesanos, maestros de taller. Primero se inventó la máquina de vapor, años después los físicos enunciarían las leyes de la termodinámica que explican por qué, a veces, esas máquinas no explotaban. A partir de entonces se pudieron hacer máquinas más eficientes y que explotaban menos así la consecución de la producción en cadena 



 Pero nuestras maquinas del tiempo poco o  nada tenían que ver con este tipo de industrialización, fueron, eran y son fruto del ingenio y del buen gusto, además de considerables obras de arte adornadas con elementos de gran valor, también habían cumplido en sus orígenes con un carácter social  de vital importancia (La medida del tiempo). Así pues a la par también se perdía el encanto de la creatividad y la especialización en relojería  relegándola a pequeños talleres que por supuesto no eran apoyados social y económicamente, aún menos pues la doctrina calvinista no veía con buenos ojos la creatividad de artes ostentosas
Nuestros más preciados  artífices  relojeros nunca debieron resistirse y por fortuna si veían obstaculizado su quehacer encontrarían refugio para dar rienda suelta a sus saberes  incluyendo las formulas mercantiles que les fueran propicias

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