Como propósito de seguir avanzando
en el tiempo del aprendizaje que nos tiene ocupados; llegamos a la edad
media señalando que el contexto socioeconómico y sobre todo el modelo de
organización industrial, apenas se había especializado. La actividad del trabajador
o aprendiz de desarrolla a lo largo del
proceso productivo, por tanto la justificación de la formación de mano de obra
capaz de producir los efectos deseados, en definitiva la falta de herramientas capaces de sustituir la habilidad del obrero requerirá
de una formación más acorde con los tiempos
Por otra parte los dueños de la
industria habían sido y seguían siendo
artesanos y a la vez trabajadores ósea
conocedores del oficio, si a esto agregamos las conexiones del taller con la
familia nos encontramos con las primeras
estructuras socio-industriales, que darían lugar al aprendizaje como estamento
profesional. Si bien es cierto que dicho estamento siempre ha ido cambiando en función de la oferta y la
demanda, las bases categóricas empiezan a
ser una regla, de esa manera patrones, aprendices, oficiales y maestros
configurarían las primeras
estructuras sociales con régimen
jurídico
Con la llegada de la revolución
industrial , y aunque tardía en España , con poco empeño por suerte o desgracia
, se produce una serie de alteraciones
que arrojan un saldo desfavorable
para el aprendizaje tradicional como fórmula educativa, concretamente en el
caso de las artes y de los oficios artísticos como es el caso de los
relojeros, que ya habiendo perdido el
tren de la innovación ,perdería también el de una formación continuada ; esto
se debe principalmente a que la
revolución industrial se va a convertir en el marco y la causa de unas
relaciones de aprendizaje , que para nada tiene que ver , con las establecidas
, durante la época gremial.
Tenemos que tener en cuenta que
la desaparición del régimen gremial, por el nacimiento de una intensa
industrialización, produce un doble efecto en el aprendizaje (apenas se podrá
distinguir los aprendices de los trabajadores)
y fue así como el propio sistema de enseñanza entro en crisis
Decíamos, el aprendiz se
convierte en un obrero, de hecho aprendices y menores, son una constante, en España según la
comisión de reformas sociales, la jornada media de los menores era de doce a
catorce horas.
La edad de los aprendices
contribuye aún más a valorar negativamente la situación; se comienza a los seis
años en la mayoría de los centros.
En cuanto al salario los
aprendices cobraban una cuarta parte, y su función era más de trabajo que de
aprendizaje. Pocos resultados caben de esperar en orden a la
capacitación, sobre todos en especialidades complejas como eran los oficios
Esta transformación del
aprendizaje en la edad moderna tiene que ver con una falta de previsión por
parte de los empresarios, una prueba de ello es la disminución de
cualificación a finales del XIX y
principios del XX que acabaría con la capacidad competitiva. De aquí que
razones tanto técnico como social evidenciaron
la necesidad de cualificaciones
Ante esta situación, el Estado
tuvo dos opciones, organizar él mismo la formación de los trabajadores a través
de un sistema adecuado, o tratar de salvar el aprendizaje mediante una
regulación jurídica y especifica. Es así
y a grandes rasgos como nace la Formación Profesional institucionalizada.
Debió hacerse difícil un
planteamiento de un régimen jurídico general y valido para cada materia, hasta
que la política de formación profesional se articulara después de una serie de técnicas y mecanismos
que darían o dieron lugar a todo un complejo de capacitación profesional para
cada modalidad.
En la España del siglo XIX y
principios del XX, la formación profesional proporcionada por el sistema
público era incipiente, escasa y mal dotada debido a la penuria económica del
país. El diseño de la formación técnica se había llevado a cabo pensando en las
clases medias y en las élites, dejando fuera a la clase trabajadora que no
tenía asegurada ni la formación primaria. A eso hay que añadir la
escasa valoración social que tenía el estudio y la investigación
técnica entre las clases medias, y no digamos altas, de lo que se infiere las
dificultades que tenían las empresas industriales para poder satisfacer su
necesidad de mano de obra cualificada.
Es importante señalar que, en
general, las empresas de la época (segunda
mitad del XIX y primera del XX)
no precisaban de una plantilla
especialmente cualificada. Les
bastaba con un grupo minoritario, aunque
importante, de trabajadores de
oficio con una buena formación y una gran
Curiosamente el Reglamento de
1891 solo contemplaba la impartición en la
Escuela de Aprendices de
formación práctica, exigiéndose a los alumnos que para adquirir conocimientos
teóricos se matriculasen en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad
Económica de Amigos del País. Esta situación fue corregida por el reglamento de
1898, impartiéndose desde entonces toda la formación en fábricas.
Para el objeto de estudio debemos concluir que la rama de relojería perdería otra gran
oportunidad, pues las fábricas que posibilitarían la continuidad de los estudios, así como la capacidad de
innovar técnicas capaces de crear un
sector competitivo nunca llegaron a
establecerse en nuestro país
(recordemos el fracaso de la Real fábrica de Relojería)