Estos instrumentos se
utilizaron desde antiguo, probablemente inventada por los Caldeos, fueron
desarrollados durante la hegemonía islámica, pues el cumplimiento preceptivo de
las cinco oraciones exigía un cómputo horario preciso.
Fue entonces
cuando se ingenió la clepsidra, o reloj de agua, aparato contenedor del líquido, en origen de barro con un agujero, cuyo funcionamiento interno regulaba el paso
de las horas; fue usada en Egipto y Babilonia antes del año 1500 a.C.; la más
antigua fechada es la egipcia de hacia 1380 a.C.
La ciencia
griega desarrolló la clepsidra-horologio en sí misma o en combinación con
autómatas. Un importante paso evolutivo fue la aparición de la clepsidra de agua
entrante, que debió de ocurrir un poco después de la de agua saliente, lo que
llevó a un mejor control del tiempo al introducirse un flotador. Vitrubio
atribuyó la invención de este flotador a Ctesibio y su uso está atestiguado en
Roma en 159 a.C.5. También nos relata Vitrubio cómo Ctesibio hizo un
reloj con una vara unida al flotador
Este
tratadista describe un reloj al que denomina anafórico, porque hacía girar las constelaciones
del zodiaco sobre el horizonte. Su mecanismo era una clepsidra de entrada de
agua en la que el flotador subía a una velocidad constante; el eje horizontal
giraba por completo cada veinticuatro horas. El uso de la clepsidra en Grecia y
Roma fue muy importante, como por ejemplo para limitar el tiempo de los que
intervenían en los juicios; en Roma se usó para marcar la duración de cada
carrera de los grandes juegos en el Círculo Máximo.
En el
imperio bizantino los relojes eran de uso público. Un relojero desconocido construyó
el famosísimo de Gaza a principios del siglo VI, descrito por Procopio, miembro
de la corte del emperador Justiniano, quien relata cómo era su exterior pero
nada de su interior. Era un edificio exento construido en una plaza
pública; tenía una cabeza de Gorgona cuyos ojos brillaban al final de cada hora
y dos filas de doce puertas, la superior para la noche que se iluminaba con una
luz que se movía a lo largo de las doce puertas para indicar el paso del
tiempo. En la fila inferior, para el día, al final de cada hora un águila salía
del muro y desplegaba sus alas. Cada puerta se abría mientras una figura de
Helios se trasladaba por un borde delante de las puertas e indicaba la hora.
Otra figura de Hércules salía de la correspondiente puerta e indicaba uno de sus doce trabajos, lo
que demuestra que la gente conocía el orden de sus hazañas.
La
importancia del cómputo horario para los musulmanes
El
establecimiento de un cómputo horario lo más exacto posible fue necesario para
la vida religiosa musulmana.En los horologios musulmanes se solían usar
piedrecitas o bolitas metálicas, que con su sonido al caer en un platillo,,de
metal marcaban la hora.
Los
‘abbasíes de la legendaria Bagdad fabricaron extraordinarios artilugios, como
el que funcionaba por mecánica de agua que regaló el califa Harún al-Rašíd al
emperador Carlomagno, era de cobre con incrustaciones en oro. Señalaba la hora
sobre un cuadrante y deja caer en ese instante la cantidad correspondiente de
bolitas de metal sobre una bandejita, y producían los sonidos en número
correspondiente; se abrían unas
puertitas de donde salían la cantidad de caballeros armados (de acuerdo con la
"hora" señalada) que hacían varios movimientos.
El tratado
griego conocido bajo el nombre de Arquímedes se ha conservado
sólo en traducciones árabes. Describe relojes con artilugios, como el de los pájaros que dejan caer bolas que suenan en platillos metálicos, la cara de la Gorgona a la que se le iluminan los ojos, las columnas con anillos que se mueven para marcar las horas, hombres atados que son decapitados, jinete con espada montado de pie sobre la grupa del caballo, dos columnas con figuras que suben y bajan según las horas, árbol con pájaros piando a veces con terror por tener dos serpientes en la base, y pequeñas figuras de hombres que tocan música
sólo en traducciones árabes. Describe relojes con artilugios, como el de los pájaros que dejan caer bolas que suenan en platillos metálicos, la cara de la Gorgona a la que se le iluminan los ojos, las columnas con anillos que se mueven para marcar las horas, hombres atados que son decapitados, jinete con espada montado de pie sobre la grupa del caballo, dos columnas con figuras que suben y bajan según las horas, árbol con pájaros piando a veces con terror por tener dos serpientes en la base, y pequeñas figuras de hombres que tocan música
.
En el siglo
IX los tres hermanos Banú Musà se educaron bajo el mecenazgo del califa ‘abbasí
al-Ma’mún (198-218/813-833) hijo de Harún al-Rašíd. Describen mecanismos
similares a los usados en los horologios, pero ningún reloj. Hablan de una
lámpara que se podía adaptar como una pieza para marcar el tiempo10.
En la legendaria Bagdad se sabe también que en el año 305/917 había un
horologio con la forma de un árbol de plata en una gran alberca; tenía muchas
ramas y múltiples tallos, sobre los que había pájaros de plata o dorados que
cantaban a intervalos11. Al-Juwarizmí a fines del siglo X describe
preciosos mecanismos que se podrían incorporar a horologios.
Ibn Hayyán
en el Kitáb al-muqtabis fí ajbár al-bilád relata que ‘Abbás ibn Firnás
construyó una minkána, u horologio, y la ofreció al emir omeya de Córdoba,
Muhammad I (238-273/852-886). Del siglo X han aparecido en la ciudad palatina
de al-Zahra’ tres relojes fragmentados de sol en el extremo SE de la parata
donde se halla el edificio denominado Dar al-Yund por Félix Hernández
Giménez, que se encuentra por encima de la mezquita. Dicho arquitecto los
encontró en esta esquina de la terraza y por su situación servirían para avisar
de modo constante a los almuédanos del alminar para que llamasen a las
oraciones canónicas.
Al-Murádí,
en el siglo XI en Toledo, estudia en su tratado 31 modelos mecánicos de los
cuales son horologios que marcaban el
paso de las horas por el movimiento de los autómatas,
Al-Zarqali
en el siglo XI construyó dos grandes relojes de agua a las orillas del río Tajo
en Toledo; consistían de dos contenedores que de modo gradual se llenaban mientras
la luna crecía, y se vaciaban según la luna menguaba. Estos relojes aún estaban
en uso cuando Toledo se conquistó en 1085, y uno de ellos aún funcionaba más de
medio siglo después.
En China se
conoció la clepsidra de agua entrante en los dos modelos diferentes existentes
desde el periodo Han (202 a.C. al 221 d.C.) hasta la Edad Media. En 1090 Su
Sung y sus colaboradores construyeron una torre-reloj astronómica en K’ai-fêng,
en la provincia de Hanan, entonces la capital del imperio chino. El texto que
acompaña el dibujo que se ha hecho de este reloj dice:
“El
mecanismo del reloj movido por una noria y enteramente encerrado dentro de la
torre, hacía girar encima de la plataforma la esfera armilar que servía para
resolver problemas de trigonometría esférica, así como un globo celestial en la
planta alta. Figuras de muñecos avisaban el transcurso de las horas y los
cuartos de hora por medio de señales visuales y auditivas”.
Los principales
artífices y tratadistas musulmanes de los siglo XII y XIII fueronal-Jaziní,
Ridwán y al-Yazarí. El primero, de origen cristiano griego estuvo activo entre
509-515/1115-1121-2 en Marw. Trabajó para el sultán Sinyar ibn Malik Šah ibn
Alp Arslán. En su libro Kitáb mizán al-hikma trata de la medida del
tiempo y de la balanza para las horas y sus divisiones.
Ridwán fue
hijo de relojero y escribió el Libro sobre la construcción de relojesy su
uso. Era originario del Jurasán, fue a vivir a Damasco en 549/1154 y murió
en569/1174. Por deseo del soberano al-Malik al-‘adil Nur al-Dín ibn Zaní
construyó una manyána junto a la Bab Yayrun situada en el E del patio de
la mezquita omeya de Damasco. Este horologio se desmoronó incendiado, pero lo
volvió a levantar con mejoras. Tras su muerte se volvió a estropear y sólo su
hijo lo pudo arreglar, lo que ultimó en 600/1203. Según traducción de Juan
Vernet,
“el
mecanismo de este reloj se hallaba en una algorfa o cámara que en cierto modo
se abría a una galería, a la derecha conforme se salía de la Mezquita por la
Bab Yayrún. Señalaba el reloj las 24 horas de la jornada. Para las 12 diurnas
había 12 ventanillas, cada una con su puerta, que se iban cerrando sucesivamente
cuando la hora acababa. El fin de la hora quedaba señalado por el ruido de dos
bolas de cobre al caer en unas cubetas, también de cobre, que había debajo de
las ventanillas primera y última. Las bolas —tragadas por las cubetas para
tornar a la algorfa y ser reemplazadas— caían del pico de dos halcones de cobre
encima de las cubetas.
Las 12 horas
nocturnas eran señaladas de modo distinto. Encima de un arco cegado y colocado
sobre las ventanillas de las horas diurnas, había 12 pequeños orificios circulares
cerrados por vidrios rojos. Tras ellos, movida por agua, iba pasando una
candela encendida, con velocidad calculada para que durante cada hora estuviese
en cada círculo. Siempre había, pues, un círculo iluminado, que señalaba la
hora. Así se deduce de la mediana explicación, que por supuesto no explica el
mecanismo, vigilado constantemente por un encargado o mutafáqid”.
Al-Yazarí
escribió el Kitab fí ma‘rifat al-hiyal al-handasiyya, “El libro del
conocimiento de los ingenios artilugios mecánicos”, por orden del sultán
Nasir al-Dín Mahmud (597-619/1200-1222) y lo acabó en 603/1206. Es el maestro
del mundo islámico en hacer estos horologios. Trabajó en Diyar Bakr bajo los
artuqíes, donde comenzó en 577-578/1181-1182 y continuó hasta entrado el siglo XIII.
Era de al Yazira al NO de Mesopotamia y fue gran experto en la construcción de
mecanismos científicos. Uno de los más célebres es el reloj de los cinco
músicos, que muestra un pabellón cúbico sobre columnas centrado por un arco en
cuyo trasdós hay 12 círculos y a cada lado del mismo la base para una cubeta o
cuenco metálico, y por encima de cada uno un pequeño arco con un águila. Sobre
el arco central de medio punto aparece un friso con un piso inferior que
muestra doce cuadraditos yotro superior con 12 taqas, las cuales se
cerraban por dos postigos. Remata la estructura del pabellón, a modo de bóveda,
un semicírculo.
Cuando
llegaba la hora el mecanismo de la clepsidra funcionaba y mostraba la hora de
tres modos: echaban las águilas de su pico una bolita a los cuencos, o cubetas,
metálicos para dar la hora; al mismo tiempo los cinco músicos empezaban a tocar
sus diferentes instrumentos; si era de noche uno de los 12 círculos del arco se
encendía para indicar la hora nocturna; si era de día, las taqas se
abrían, una a cada hora, y mostraban una figurita, mientras que giraba el
semicírculo de remate que simulaba la bóveda —por ser en realidad un círculo
del que sólo se veía la mitad—, e iba mostrando los 12 signos del zodiaco.
Otros
horologios famosos son el del hombre cortando la vela que se quema y disminuye
al consumirse y el del barco.
El reloj del
barco de al-Yazarí estaba hecho de placas metálicas de azófar y por el interior
el casco estaba forrado de plomo para evitar la oxidación del mecanismo interno
de la clepsidra. Era un objeto portátil, porque su parte baja trilobulada servía
de base de colocación y el remate de su cúpula puntiaguda de asa para cogerlo y
cambiarlo de sitio. El barco en su proa termina en una espiral y dentro de su
casco muestra un caldero hemisférico o flotador enganchado a una cadena, la
cual sube al mecanismo de eje de giro dentro del castillete (qasr)
cuadrado. Éste se apoya en cuatro columnas con capiteles bulbosos que sostienen
el arco mixtilíneo del lado que vemos del castillete, el cual muestra remate de
almenas de lados curvos a modo de trifolias. La cúpula (qubba) apuntada
remata en el asa perforada.
La base del
castillete es cuadrada con almenas de dos dimensiones alternas en sus bordes.
Por encima aparece una semicúpula (mikabba) que sostiene una plataforma
horizontal (sarír) dividida en 15 partes iguales. Estas 15 divisiones,
de cuatro minutos cada una (4 x 15 = 60), dan la hora, y la figura de un hombre
sentado, que en su mano derecha tiene un cálamo, apunta a la primera en el
dibujo. Por debajo de los capiteles del castillete hay a babor y estribor
sendas barras horizontales (‘idáda) con un agujero para el eje movible
en el que engancha la garra (yad) del dragón-serpiente (thu‘bán),
cuyo cuerpo forma una espiral y su cabeza con orejas, boca abierta y dientes
agudos sale fuera del castillete y mira a un halcón de modo amenazador. Una
cadena engancha el cuerpo espirilíneo del dragón al cubo del flotador. Otra
cadena desciende de la clave del arco mixtilíneo al eje y de éste al cuerpo de
la figura del hombre sentado. Mediante estas cadenas se pone en acción el
mecanismo desde el flotador.
El
funcionamiento de este horologio estaba programado para 24 horas. Al comienzo
del día el cálamo del hombre apuntaba a la primera de las 15 divisiones e iba
de una a otra lentamente. Cuando el cálamo pasaba las 15, había transcurrido
una hora. Entonces el halcón abría el pico y dejaba caer una bola (bunduqa)
maciza de bronce dentro de la boca del dragón-serpiente, que al recibir el peso
giraba hacia abajo y la soltaba sobre el címbalo de la proa, de modo que se
marcaba la hora de manera acústica. Luego, la cabeza del dragón-serpiente
volvía a su posición hacia arriba y el hombre con el cálamo se colocaba de
nuevo en la primera división.
Estas
divisiones para marcar la hora son parecidas en la clepsidra del barco y la del
elefante, de la que me ocupo ahora. Ambas tienen el hombre sentado con cálamo
en una plataforma marcando el paso de los minutos, castillete, el sistema de
cadenas, halcón que suelta la bola por el pico y dragón-serpiente que la hace
caer para sonar de modo acústico, aunque la clepsidra del elefante es mucho más
completa y bonita. Es también la más famosa y la más reproducida en láminas de
copias de diferentes periodos artísticos del Islam.
Este reloj
del elefante reúne todos los conocimientos logrados por al-Yazarí con distintos
tipos de clepsidras. Marca las horas y las medias y tiene, en
parte, doble sistema de artilugios para efectuar esta labor: dos halcones, dos serpientes-dragones
y dos orzas. Como la miniatura es una pintura plana sin fondo , no muestra más
que una cara del horologio, pero hay una intención de volumen al representar al
conductor del elefante y a la figura sentada con cálamo vueltos dos tercios de
su cuerpo hacia el espectador, lo cual da una sensación de profundidad. El
elefante es de cuerpo rechoncho, patas cortas adornadas con unas cintas, tiene
trompa y rabo demasiado largos, lleva un collar ceñido al cuello y otro suelto
con una campana que anunciaría su movimiento si fuera vivo. El animal no es
articulable; su chapa metálica está pintada y por dentro forrada de plomo para
evitar la oxidación de la clepsidra que alberga.
Dirige al
elefante un conductor (fayylal) hindú sentado sobre la espalda. Lleva en
la mano derecha un pico (fás) levantado y en la izquierda un mazo (midaqqa)
que apoya sobre un tambor encima de la cabeza del animal. Sobre los hombros de
éste hay dos orzas (qadah) fijas y perforadas en su base para dejar
pasar las bolas (banádiq). Sólo una orza se ve en la miniatura por
representar únicamente un lado del reloj. Cubre la espalda del elefante una
manta con decoración de ataurique y nueve borlones colgantes. Encima de ésta
descansa una plataforma cuadrada decorada con ataurique, a modo de trono (sarír)
o palanquín. De las esquinas de la plataforma se elevan cuatro columnas que
acaban en capiteles —con un círculo con flor y por encima hojas de acanto—, las
cuales sostienen un castillete (qasr) que tiene en tres de sus lados un
arco lobulado puntiagudo y remata con un friso a modo de balaustrada (darabzín)
decorado con una cenefa de cintas y otra de ataurique. Una cúpula (qubba)
con un pájaro en su cima remata el castillete.
Dentro de la
parte baja hay una plataforma que tiene una base hemiesférica (mikabba)
con un pedestal que sostiene la plataforma (sarír) sobre la cual hay una
figura sentada con un cálamo en su mano derecha que apunta hacia una serie de
15 divisiones (de 4 minutos cada una), y va indicando el paso del tiempo según
el cálamo se mueve de una división a otra. Cada hora consta de 15 divisiones y
la media hora de 7½.
Unen las
columnas de cada lado del castillete sendas barras (‘idáda), como en el reloj
del barco, que se traban entre si por un eje cilíndrico en el que giran los
cuerpos espirales de dos dragones-serpientes (thu‘bán). Tienen dientes
en su boca, cuernos y orejas en sus cabezas, escamas en sus cuerpos, los cuales
giran como espirales en torno al eje central y están rematados con preciosas
garras (yad) aladas desplegadas.
Como hemos
visto en el reloj del barco, el eje tiene unas cadenas que accionan los
mecanismos dentro del castillete, dos que ascienden desde la plataforma
cuadrada del templete con la figura sentada y una que cuelga de la clave del
arco.
En el lado
frontal del reloj, visto de perfil, hay una plataforma alta y oculta dentro del
castillete (que no se ve en la miniatura), con una figura de un hombre
sentado, con barba e ‘imáma, o
turbante. Sólo se ve la parte superior de su cuerpo y su brazo izquierdo, que
descansa en la cabeza de uno de los dos halcones que proyectan del castillete
la cabeza y la parte frontal de su pechuga y ala. Encima del hombre hay una
placa inclinada semicircular, la cual sólo se ve de perfil en la miniatura.
Tiene 15 círculos redondos que representan este número de horas, cubiertos
interiormente por placas planas circulares de plata que tienen una parte blanca
y otra negra.
Por la
descripción que se hace de otro horologio, el sultán ayyubí al-Malik al-Kámil
de Egipto25 regaló un astrolabio de engranajes en 1232 al emperador
Federico II Barbarroja. Era:
“una
máquina de construcción admirable que vale más de cinco mil ducados.
Efectivamente, parecía interiormente un globo celeste, en el cual las figuras
del Sol y de la Luna y de los demás planetas, reproducidas con la mayor
habilidad, se movían accionadas por pesas y ruedas, de modo que, efectuado su
recorrido a intervalos determinados, indicaban la hora tanto de noche como de
día, con una infalible precisión; y los doce signos del zodiaco, con ciertas
características apropiadas, que se movían con el firmamento contenían en ellos
la marcha de los planetas”26.
Yaqút ibn
‘Abd Allah y Muhammad al-Qazwiní describen los relojes bizantinos de Antioquía,
Constantinopla y la Isla de Malta27. Yaqút describe el de Antioquía:
“Sobre
una de las puertas de su iglesia estaba el finyán de las horas, que funciona noche
y día constantemente. Era una de las maravillas del mundo”. Al-Qazwiní dice que
“Sobre la puerta de la iglesia de Qasyán está el finyán de las horas para
marcar cada una de las doce horas de la noche y del día”.
El reloj de
Constantinopla lo describe al-Qazwiní. Estaba situado en el manár, edificado
en la plaza:
“En él
estaba el finyán de las horas en el que hay doce puertas, cada puerta
con postigo de un palmo de longitud según el número de las horas. Cuando
empieza una hora de las horas de la noche o del día, se abre la puerta a la
cual esa hora pertenece y sale de ella una figura que no deja de estar de pie
hasta que termina la hora, y, cuando ha pasado la hora, aquella figura se mete
dentro y se cierra la puerta, al tiempo que se abre otra puerta y sale de ella
otra figura del mismo modo”. Relata el griego que lo hizo el sabio Bulunyús
= Apolonio”.
Al-Qazwiní describe así el horologio de Malta:
“Cuenta Abu
l-Qásim ibn Ramadan al-Malití: Cierto ingeniero de Malta construyó para su rey
una figura (sura) mediante la cual se sabían las horas del día. Tal
figura arrojaba bolas en forma de avellana sobre el platillo (banádiq ‘alà
l-.sináy). Dijo a ‘Abd Allah ibn al-Sumnatí, “remata este hemistiquio:
una muchacha lanza bolas al platillo” y le contestó: “con las cuales los
corazones marcan sus latidos”.
Tanto el
horologio de Constantinopla como éste indicaban las horas por figuras, que en
el caso de Malta salían fuera de su taqa y lanzaban una bola en forma de
avellana dentro de un platillo para dar la hora de modo sonoro. Este sistema
acústico, que ya hemos visto en los horologios musulmanes descritos, aparece en
los del Magrib y el sultanato nazarí.
En la
segunda mitad del siglo XIII, en la corte del rey de Castilla Alfonso X el Sabio
(1252-1282), el judío Rabbi Isháq ibn Síd (= Rabbí Isaac ibn Sid) inventó el reloj de mercurio, descrito por el rey Alfonso X en su Libro “del saber de astronomía”.
Esto demuestra que existía una tecnología de lujo en al-Andalus, cuyas fuentes
árabes se tradujeron al castellano bien de modo literal, o bien
parafraseándolas, para que la ciencia cristiana las conociese.
Según un
texto de Ibn Fadl Allah ‘Umarí se ha estimado que junto a la mezquita Kutubiyya
de Marrakuš existió un horologio en época de los almohades, o quizá de tiempo
almorávide. Los dos grandes restos de minyánas magribíes de carácter
público se conservan en Fez, una frente al portal de entrada de la madraza Bu
‘Inániyya y la otra dentro de una cámara alta del alminar de la mezquita de
al-Qarawiyyín, a la que han precedido otras dos perdidas y de las que sabemos
por el cronista de Fez, Abu l-Hasan ‘Alí l-Yazna’í. De la de Bu ‘Inániyya, este
autor dice que:
“Abu ‘Inán
al-Mutawakkil —a quien Dios le otorgue su misericordia— hizo construir una minyána
con taqas y cuencos (tass, pl. tusús) de bronce. Se
encontraba situada la misma enfrente de su nueva madraza que estaba ubicada en
el zoco del alcázar ( súq al-qasr) de Fez. Hacía sonar cada hora una
pesa que caía en un cuenco y se abría una taqa. Esta minyána fue
construida en los últimos días de la edificación de la madraza, el 14 de Yumadà
I, 758/6 de mayo, 1357, bajo los cuidados del relojero (= muwaqqit)
del rey Abu l-Hasan, ‘Alí ibn Ahmad Tilimsaní, el astrónomo (= al-mu‘addil)”.
No queda
nada del mecanismo interior del reloj. Se conserva deteriorada la fachada que
soporta los platos cóncavos y las taqas que eran los indicadores del
reloj, todo ha sido eliminado en la demolición y reconstrucción del interior
hace más de un siglo.
Pasemos
ahora a las sucesivas minyánas que hubo en el alminar de la mezquita de
al-Qarawiyyín. Según Abu l-Hasan ‘Alí l-Yazna’í, la primera minyána que
hubo en el alminar de esta mezquita la hizo Abu ‘Abd Allah Muhammad ibn
al-Habbák al-Tilimsaní de Tremecén en 685/1286, relojero (al-mu‘addil)
del santuario. Al parecer era un mecanismo portátil que se componía de un
recipiente de cerámica cocida con un tubo de salida de agua de cobre, y que se
situó en la habitación alta del alminar, no habiendo quedado rastro alguno de
ella.
Conforme con
este autor, la segunda minyána que albergó el alminar la construyó Abu
‘Abd Allah Muhammad al-Sinhayí al-mu‘addil en 717/1317. Las divisiones
de sus escalas estaban grabadas por Abu ‘Abd Allah Muhammad al-Saddiniyya
al-Qaratsuní; pero en treinta años ya estaba estropeada y la tuvo que restaurar
Abu ‘Abd Allah Muhammad ibn al-‘Arabí en 747-749/1346-1348, quien le añadió una
red de astrolabio. Una inscripción fijada en torno al indicador de éste —hoy
robada de su sitio— daba la fecha de una restauración del 763/136235. Este
reloj lo llegaron a ver en funcionamiento el sultán nazarí Muhammad V y su
visir Ibn al-Jatib en su exilio de 1359-1361, cuando los acogió y protegió el
soberano Abu Salim en Marruecos.
Hubo
horologios palatinos magribíes para la celebración de mawlids en Fez y
Tremecén. Este tipo de horologio mueble, como el descrito por Ibn al-Jatib —con
taqas (o mihrabs), cuencos metálicos, bolas, pesas y figuritas—,
aparece en el Magrib por lo menos a partir de mediados del siglo XIV y se
utilizaba en los mawlids palatinos. Eran objetos portátiles, más o menos
ligeros, de los que no nos ha llegado ninguno por su fragilidad y uso. El minqán
de Granada del 764/1362 es el único que se conoce que usaba el fuego que
consumía el pabilo y derretía la cera de su cirio para quemar las respectivas
cuerdas y marcar las horas, seguramente por la tradición de usar velas
señaladas con las horas durante la noche.
En el
757/1356 el sultán Abu ‘Inán celebró el mawlid en el palacio de Fez. En
una de las qasidas que se recitaron y que aparece recogida en la obra de
Ibn al-Ahmar se describe el horologio. Emilio García Gómez dice sobre él de
modo sucinto y claro:
“En un
frente de la gran caja de madera de la manqána estaban las 12 tacas. Encima
giraba una media luna metálica, así como revoloteaba un pájaro, también de
metal, que al sonar una hora era el que arrojaba una pesa en el platillo de la
taca correspondiente, la cual se abría. Novedad: en la taca aparecía la figura
de una muchacha, que en la mano derecha llevaba un papel para el Sultán con la
comunicación escrita (no dice que en verso) de la hora, mientras tenía la mano
izquierda sobre la boca, como quien presta juramento de fidelidad (mubáya‘a) a
un rey o a un príncipe heredero”.
En Tremecén
había una minyana, con algunos artilugios similares a la de Fez, que se
usó para el mawlid de 760/1359 que se celebró en el palacio real (al-dar
al-malik) del sultán Abu Hammam Musà II, fiesta de la que tenemos un relato
hecho por Abu Zakariyya’ Yahyà Ibn Jaldun (el hermano del famoso Ibn Jaldun).
Según se
deduce del texto, la minyana era un arca rectangular en posición
horizontal que se podía transportar, por lo que se colocó delante del soberano.
El frente vertical de esta arca mostraba doce taqas en fila, que estaban
cerradas por postigos, y a cada extremo de las mismas había otra taqa
más grande que albergaba un águila. Cuando llegaba la hora el mecanismo interno
ponía en acción a las dos águilas que echaban de sus picos unas bolas doradas
que caían en sendas escudillas cóncavas y el golpe marcaba la hora de modo acústico;
tras esto se colaban por un agujero en la base de éstas, y un conducto las
devolvía al interior de la caja del horologio.
Al mismo
tiempo que la hora sonaba, la correspondiente taqa se abría y salía la
figura de una bonita muchacha con sus vestidos ceñidos al talle, la cual
mostraba un poema en su mano derecha y la mano izquierda sobre sí en señal de
respeto al soberano.
Por encima
del cuerpo de las doce taqas, y algo más bajo de la parte cimera del mueble,
había una luna llena que hacía el recorrido sobre la línea del ecuador a través
de las sucesivas horas. La parte alta del arca-minyana se adornaba con
figuras de plata y tenía, además, un árbol en el cual descansaba un pájaro que
protegía a sus polluelos bajo sus alas. Cuando llegaba la hora salía una
serpiente de la madriguera en la base del árbol y ascendía por él para picar a
los polluelos, por lo que el pájaro piaba con desesperación para protegerlos.
Así, pues,
este horologio tenía cuatro artilugios que se ponían en movimiento cada vez que
sonaba la hora: 1) Las dos águilas que arrojaban las bolas de sus picos, como
en el reloj de Arquímedes. 2) Las doce taqas que se abrían y dejaban
salir a las muchachas con los poemas. 3) La luna que realizaba su recorrido
celestial como en otros relojes analizados. 4) El árbol con el pájaro
protegiendo a sus polluelos de la serpiente, artilugio que ya hemos visto en el
horologio de Arquímedes y otros.
En cuanto a
las velas nazaríes marcadas para las horas, desde los remotos tiempos de la
Antigüedad artilugios relacionados con el fuego, como hachones y velas
marcadas, debieron de indicar con bastante precisión el paso del tiempo
nocturno. Únicamente se conoce mejor el mecanismo de la clepsidra por ser un
objeto mueble que había que construir y se preservaba, mientras que los de
fuego se consumían.
En el
sultanato nazarí Ibn al-Jatib nos refiere cómo se usaban cirios marcados con
las horas y sus fracciones, que al quemarse marcaban el paso del tiempo e
informaban de la hora. Así lo relata cuando se refiere al sultán Muhammad III
(701-708/1302-1309) en al-Lamha al-badriyya39, a quien
“el
destino lo trató con dureza, no concediéndole una salud íntegra amargándole las
delicias del reino con una enfermedad crónica, que atacó a sus dos ojos,
ocasionada por las continuas vigilias y el uso de luces de cirios grandes como
troncos de palmera, en los cuales había unas marcas que registraban el paso de
las horas de la noche y de las partes (hazí) de la misma”.
Este sistema
medieval, heredado del mundo de la Antigüedad, se practicaba perfeccionado en
la corte nazarí. Por último pasemos a estudiar mi restitución del minqán,
como lo denomina Ibn al-Jatib, utilizado en el mawlid de 764/1362 en el
Mexuar del palacio de Comares de la Alhambra.
El horologio
del 764/1362 en el Mexwuar de la Alhambra
Ibn
al-Jatib, en su obra Nufáda III, describe el horologio, minkán o mankana,
que se usó para marcar el paso de las horas durante el mawlid 764-1362,
celebrado en el Mexuar del Qasr al-Sultan de la Alhambra, hoy palacio de
Comares. El texto completo lo ofrece el manuscrito de Casablanca, ya que el
inédito de Leiden queda interrumpido, en lo referente al relato del mawlid,
justo al comenzar la descripción de este horologio.
E. García
Gómez, al estudiar y traducir este pasaje de la festividad del mawlid, subrayó
en los capítulos y anotaciones de estudio del texto las dificultades que
presentaba. Dividió, así, el texto en diecisiete apartados,
tratándose del horologio en el 13, parte del 16 y una sola mención en el 1744.
Con objeto
de llegar a una hipótesis de su apariencia, posible estructura general y su
mecanismo de funcionamiento, me he vuelto a enfrentar con el texto árabe para
dar una versión española que permita efectuar las figuras que explican cómo
pudo ser, en líneas generales, el minkán de 1362. Para realizar la
hipotética restitución con los datos proporcionados por el texto he tenido que
usar mi imaginación —nunca la fantasía—, para recomponer en una maqueta un
mecanismo sencillo y verosímil que se ajustara a lo que la descripción dice y
omite.
Descripción
y funcionamiento
“El sultán
—con su penetrante inteligencia, fina sensibilidad, sólido buen juicio y perspicacia—, fue el primero en usar una máquina que
informaba del paso de las horas de la noche. Fue colocado para
aquella noche, por indicación suya, un horologio extraordinario. Era de madera
hueca, con la altura de una braza —165 cm a 170 cm—, se cambiaba de su forma
redondeada a la dodecagonal y mostraba en lo más alto de cada uno de sus lados
un mihrab, y estaba recubierto enteramente de policromía y
ornamentación.
Se elevaba
por cima de su estructura un cirio encendido que tenía dividido su cuerpo en
partes para indicar las horas de la noche. De cada una de las líneas que
dividía su cuerpo y que señalaba la hora, salía un cordel de lino que se unía a
la cabeza del pestillo visible del mihrab y le impedía caer de arriba
hacia abajo y descender.Sobre el
tímpano del adel mihrab había un hueco bien hecho que tenía forma
hexagonal , cuya función de lanzar a la carrera una bolita
obstaculizaba una varilla de hierro que aseguraba la cabeza del pestillo que
cerraba el mihrab. Quedaba detrás del mismo hierro que aseguraba la
cabeza del pestillo que cerraba el mihrab. Quedaba detrás del mismo del
pestillo una bolita de cobre con forma avellanada, y a ésta le impedía la
varita que se presentase para el deslizamiento de la caída. Quedaba detrás del
pestillo una figura que presentaba un trozo de papel escrito en verso que daba
a conocer el paso de la parte de la noche.
Cuando el
fuego mermaba el cirio y se llegaba al final de la hora, se quemaba la cuerda
que ataba, como se ha dicho, descendía el pestillo, y cesaba el impedimento de
la caída de la bolita, y así bajaba y se albergaba en uno de los platillos de
cobre bien preservados que llamaba la atención por la resonancia,
y de este modo salía el trozo de papel y lo daba el encargado de este horologio
al recitador quien lo declamaba.
Excitó la
curiosidad la prueba de esta máquina a la que le era necesaria la naturaleza de
su fuego, de su pabilo y del aire contenido en su interior hueco. Su
funcionamiento fue perfecto, se siguieron sus cambios, se mostró su propósito
así como era ligero su traslado.