lunes, 10 de junio de 2013

Talleres Reales



Los datos históricos de esta introducción se deben, en buena parte, a la labor de investigación realizada por Paulina Junquera de Vega, Luis Montañés Fontela, junto con otros autores, y al archivo personal del propio autor.

Es copia literal de un estudio de investigación editado por el -Centro Virtual Cervantes- y que nos acerca un poco más a la relevancia que tuvo la relojería en España, por tanto forma parte de la historia y de nuestra cultura  es además la antesala de futuras exposiciones en cuanto al tema a tratar, pues siempre hemos de aprender del pasado para proyectar un futuro.



Talleres Reales

El obrador de Turriano en Yuste, durante el retiro del Emperador, puede considerarse como el primero de los Talleres Reales. Estaba éste en la parte norte del claustro nuevo del Monasterio, junto al espacio destinado a los barberos y ayudas de Cámara.
Su primer planetario estaba en la Cámara Real. Construyó un cuadrante solar para el patio e inició el segundo astrario conocido como «El Cristalino». También se le atribuye la fabricación de juguetes autómatas, como pájaros que podían volar, soldados que se acometían simulando batallas y figuras con diversos movimientos.
Tenía un sueldo de 200 ducados para mantener en orden los relojes de la colección Imperial, que, en el inventario hecho a la muerte del César, se componía de siete, excluyendo otros pequeños. Era el primer servidor en visitar, por la mañana, al Monarca; volvía a verle por las tardes en su aposento, y, en algunas ocasiones, recibía su visita en el propio taller.
Felipe II, con ese su bendito afán de orden y constancia, encarga a Juanelo escribir varios libros sobre ingenios y máquinas, pues éste pasó a su servicio como parte importante de la herencia Imperial. Se le otorgó el nombramiento en Cédula Real de 26 de julio de 1562, con un sueldo de 400 ducados, obligación de residir en la Corte y compromiso de no hacer más obras que las encargadas por el Rey, si bien éstas se le pagarían aparte.
Reside en Madrid y estaba su taller en la Torre Dorada del Alcázar. Seguramente estarían con él sus dos ayudantes: Vallin y Diana, a los que se unió Juan de Seroyas, relojero y cerrajero, que ya estaba al servicio Real en 1561. Ambos construyeron un reloj para el Monasterio de El Escorial, que se instaló en abril de 1563. Terminó la construcción de «El Cristalino», y dedicó la última parte de su vida a construir los famosos artificios de Toledo que elevaban el agua del Tajo al Alcázar. Allí murió en 1585.
 

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