miércoles, 11 de septiembre de 2013

Figura de Aprendiz (Parte II)



Como propósito de seguir  avanzando  en el tiempo del aprendizaje que nos tiene ocupados; llegamos a la edad media señalando que el contexto socioeconómico y sobre todo el modelo de organización industrial, apenas se había especializado. La actividad del trabajador o aprendiz  de desarrolla a lo largo del proceso productivo, por tanto la justificación de la formación de mano de obra capaz de producir los efectos deseados, en definitiva la falta de herramientas  capaces de sustituir la habilidad del obrero requerirá de una formación más acorde con los tiempos

Por otra parte los dueños de la industria  habían sido y seguían siendo artesanos  y a la vez trabajadores ósea conocedores del oficio, si a esto agregamos las conexiones del taller con la familia nos encontramos  con las primeras estructuras socio-industriales, que darían lugar al aprendizaje como estamento profesional. Si bien es cierto que dicho estamento siempre  ha ido cambiando en función de la oferta y la demanda, las bases categóricas  empiezan a ser una regla, de esa manera patrones, aprendices, oficiales y maestros configurarían  las primeras estructuras  sociales con régimen jurídico

Con la llegada de la revolución industrial , y aunque tardía en España , con poco empeño por suerte o desgracia , se produce una serie de alteraciones  que arrojan  un saldo desfavorable para el aprendizaje tradicional como fórmula educativa, concretamente en el caso de las artes y de los oficios artísticos como es el caso de los relojeros,  que ya habiendo perdido el tren de la innovación ,perdería también el de una formación continuada ; esto se debe principalmente  a que la revolución industrial se va a convertir en el marco y la causa de unas relaciones de aprendizaje , que para nada tiene que ver , con las establecidas , durante la época gremial.

Tenemos que tener en cuenta que la desaparición del régimen gremial, por el nacimiento de una intensa industrialización, produce un doble efecto en el aprendizaje (apenas se podrá distinguir los aprendices  de los trabajadores) y fue así como el propio sistema de enseñanza entro en crisis

Decíamos, el aprendiz se convierte en un obrero, de hecho aprendices y menores,  son una constante, en España según la comisión de reformas sociales, la jornada media de los menores era de doce a catorce horas.
La edad de los aprendices contribuye aún más a valorar negativamente la situación; se comienza a los seis años en la mayoría de los centros.
En cuanto al salario los aprendices cobraban una cuarta parte, y su función era más de trabajo que de aprendizaje. Pocos resultados caben de esperar en orden  a  la capacitación, sobre todos en especialidades complejas como eran los oficios
Esta transformación del aprendizaje en la edad moderna tiene que ver con una falta de previsión por parte de los empresarios, una prueba de ello es la disminución de cualificación  a finales del XIX y principios del XX que acabaría con la capacidad competitiva. De aquí que razones tanto técnico como social evidenciaron  la necesidad de cualificaciones

Ante esta situación, el Estado tuvo dos opciones, organizar él mismo la formación de los trabajadores a través de un sistema adecuado, o tratar de salvar el aprendizaje mediante una regulación jurídica y  especifica. Es así y a grandes rasgos como nace la Formación Profesional institucionalizada.
Debió hacerse difícil un planteamiento de un régimen jurídico general y valido para cada materia, hasta que la política de formación profesional se articulara  después de una serie de técnicas y mecanismos que darían o dieron lugar a todo un complejo de capacitación profesional para cada modalidad.


En la España del siglo XIX y principios del XX, la formación profesional proporcionada por el sistema público era incipiente, escasa y mal dotada debido a la penuria económica del país. El diseño de la formación técnica se había llevado a cabo pensando en las clases medias y en las élites, dejando fuera a la clase trabajadora que no tenía asegurada ni la formación primaria. A eso hay que añadir la escasa valoración social que tenía el estudio y la investigación técnica entre las clases medias, y no digamos altas, de lo que se infiere las dificultades que tenían las empresas industriales para poder satisfacer su necesidad de mano de obra cualificada.



Es importante señalar que, en general, las empresas de la época (segunda
mitad del XIX y primera del XX) no precisaban de una plantilla
especialmente cualificada. Les bastaba con un grupo minoritario, aunque
importante, de trabajadores de oficio con una buena formación y una gran
tropa de especialistas


Curiosamente el Reglamento de 1891 solo contemplaba la impartición en la
Escuela de Aprendices de formación práctica, exigiéndose a los alumnos que para adquirir conocimientos teóricos se matriculasen en la Escuela de Artes y Oficios de la Sociedad Económica de Amigos del País. Esta situación fue corregida por el reglamento de 1898, impartiéndose desde entonces toda la formación en fábricas.

Para el objeto de estudio  debemos concluir  que la rama de relojería perdería otra gran oportunidad, pues las fábricas que posibilitarían  la continuidad  de los estudios, así como la capacidad de innovar técnicas  capaces de crear un sector competitivo  nunca llegaron a establecerse en nuestro país   (recordemos el fracaso de la Real fábrica de Relojería)