lunes, 10 de junio de 2013

Artífices extranjeros, Relojeros de la Corte Española



Los datos históricos de esta introducción se deben, en buena parte, a la labor de investigación realizada por Paulina Junquera de Vega, Luis Montañés Fontela, junto con otros autores, y al archivo personal del propio autor.
Es copia literal de un estudio de investigación editado por el -Centro Virtual Cervantes- y que nos acerca un poco más a la relevancia que tuvo la relojería en España, por tanto forma parte de la historia y de nuestra cultura  es además la antesala de futuras exposiciones en cuanto al tema a tratar, pues siempre hemos de aprender del pasado para proyectar un futuro.



Artífices extranjeros

Por voluntad Real vinieron grandes artífices extranjeros, que, junto a los españoles, prestaron su servicio en la Corte. Destacamos entre ellos: Thomas Hatton, que vino de Londres al servicio de Felipe V, con alojamiento en el Palacio del Buen Retiro y 22.500 reales de vellón anuales de sueldo; Manuel Sánchez Salazar, que en 1739 es nombrado Relojero de Cámara; Fernando van Ceulen, de procedencia holandesa y de una familia de gran tradición relojera (Jannes van Ceulen ya estuvo asociado con el famoso Huygens, en La Haya, en 1660), fue Relojero de Cámara en 1740; Guillermo Poulton, de Londres, vino a España con contrato de trabajo en 1743, con fines de enseñanza y 30.000 reales de vellón anuales de sueldo; Nicolás Martín de la Penna, al servicio de la Reina Madre Isabel de Farnesio, y Relojero de Cámara desde 1744.
Con Fernando VI, era Relojero de la Casa Simón Martínez Villaseñor, que pasó a serlo de Cámara en 1747. Ese mismo año llega a la corte el flamenco Fernando Nizet a fin de sustituir a Bourgois en la dirección de la Fábrica de San Bernardino. Recibe su nombramiento en 1756, después de reparar el famoso reloj de Hildeyard de «Las cuatro fachadas» (actualmente en el despacho de S. M. El Rey en el Palacio de la Zarzuela), quedando a su cuidado en el Palacio del Buen Retiro.
Hizo un reloj de sortija, del tamaño de un escudo de oro, que el Monarca usó hasta su muerte, y en el Inventario de bienes de Carlos III figura su nombre como autor de varios relojes. Miguel Smith, de Irlanda y avecindado en Madrid, fue nombrado Relojero de Cámara en 1752 y con sueldo de 30.000 reales de vellón. Como oficial de Smith vino de Londres Juan José Woolls, por orden Real en 1757.
Durante el reinado de Fernando VI, y debido a su preocupación e interés por el fomento de la Relojería en España, así como por la manutención de la colección Real, se envían a Suiza, Francia e Inglaterra a varios artífices españoles para que estudien con los mejores maestros.
Asimismo, se adquieren piezas de gran valor técnico y artístico. Son dignos de mención: un regulador de John Ellicott, regalo de la Corte portuguesa con motivo de los esponsales de Bárbara de Braganza con Fernando VI, y el famoso «Pastor», de Pierre Jaquet-Droz, que el Monarca compró en Villaviciosa de Odón. Ambos se conservan en el Palacio Real de Madrid.
En 1759 comienza el reinado de Carlos III, el Monarca que impulsó al reformismo nacido del espíritu de la Ilustración e introdujo las ciencias aplicadas y experimentales en nuestro país. Es conocida su predilección por las artes industriales: transplanta íntegra la fábrica de porcelana de Capodimonte al Buen Retiro; en esta época la Real Fábrica de Tapices está en su apogeo; se reconstruye la Real Fábrica de vidrios y espejos de La Granja; se establece la Fábrica-Escuela de platería; se protegen las fábricas de tejidos de seda de Valencia y Talavera y se crean Escuelas-Fábricas de Relojería.
Por otro lado, en 1763 se termina el nuevo Palacio de Oriente, y ni que decir tiene que el Monarca se ocupó de que los mejores artistas que pudo encontrar dentro y fuera de España lo decoraran, siendo uno de los más suntuosos de Europa.
En 1756 los hermanos Felipe y Pedro Charost, ingenieros-relojeros franceses, presentan al Rey un reloj astronómico para uso de la Marina y la Artillería. Con grandes conocimientos, elaboran en 1770 un proyecto para establecer una Escuela de Relojería de Real protección. Esta quedó establecida en 1771, en la calle de Fuencarral, y con ella colaboró como maestro el suizo Abrabam Matthey, venido a la Corte por recomendación del Conde de Aranda, embajador en Francia. Posteriormente se trasladó a la calle de Barquillo, donde, en 1783 y por orden del Rey, el relojero Manuel Zerella realiza una inspección. Era éste Relojero de Cámara desde 1779 y había compuesto un «Tratado General y Matemático de Relojería».
Desempeñó siempre cargos de confianza, debido a su gran sentido científico y entusiasmo por su profesión. Su informe fue totalmente desfavorable y aconseja la colaboración de algunos maestros extranjeros. Se pide informe a los más afamados relojeros de Francia y el embajador en Londres se informó de John Ellicott. A la muerte del Rey, en 1788, no se había resuelto el problema, y en 1798, por mediación del Conde de Noroña, se pide consejo a los artífices suizos. Como respuesta, se remite el plan de Simón Houriet, de Bienne, pero en 1801 se decide aplazar el asunto.
Los hermanos Charost aspiraron al cargo de Relojero de Cámara, solicitándolo repetidas veces sin éxito. En cumplimiento de la Real Cédula de establecimiento de la Escuela, redactaron el «Tratado Metódico de la Relojería Simple». Construyeron varias obras de mérito, una de ellas dedicada en 1771 al Rey, que aún se conserva en la colección palatina.
Fueron Relojeros de Cámara en este periodo: Miguel Bartholony, que vino de Francia al servicio de los Duques de Medinaceli, pasando después al servicio Real. Juró su cargo en 1775; Jenaro van Ceulen, hijo de Fernando, y Juan José Woolls, de Londres, lo hicieron en 1778. Finalmente citamos a François Lonis Godon, de quien mayor número de relojes conservamos en los Palacios Reales. Fue relojero del Rey de Francia y colaboró con Furet, artista de gran prestigio, con quien firma algunas de sus obras. Prestó juramento en mayo de 1786, quedando destinado al servicio del Príncipe.
 

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